QUÉ ES EL APEGO Y CÓMO SE EXPRESA EN EL NIÑO Y EN EL ADULTO QUE LLEGARÁ A SER
- On 18 septiembre, 2018
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El apego es como nuestro pegamento emocional. Podríamos definirlo como un vínculo biológico, psicológico y emocional innato a los mamíferos, que se establece entre la cría o el bebé y su figura cuidadora principal (generalmente la madre). Es la experiencia a través de la cual aprendemos a sentirnos y sentir a los demás.
Un apego sano y seguro, sería fruto de una relación emocional perdurable con una persona específica, que produce seguridad, sosiego, consuelo, agrado y placer. Esencialmente, para desarrollar un apego sano, el cerebro del niño, necesita «sentirse sentido» por quien cuida de él desde el inicio. Para ello, el contacto físico cuando somos bebés, es fundamental.
El tipo de apego que establecemos con nuestros padres durante los primeros años de nuestra infancia, va a determinar nuestra habilidad individual para formar y mantener relaciones en el futuro, haciendo uso de este «adhesivo emocional». Para algunos, este proceso será algo «natural», para otros con menos suerte, algo más distanciante, difícil, menos emocional e incluso imposible.
En nuestra sociedad, cada vez más industrializada, el estilo de crianza se ha deteriorado, alejando a los bebés de las mamás desde muy temprano (con la incorporación de la mujer al mundo laboral), permitiéndoles llorar para no «maleducarles» cuando son bebés,… y este y otra serie de factores, están haciendo que no dejen de aumentar los trastornos y las enfermedades en la infancia* (estrés, ansiedad, déficit de atención, síndrome de fatiga crónica, trastornos de la alimentación y de la conducta,…).
Se estima, que uno de cada tres niños, tienen algún problema de apego con su cuidador principal, y la mayor parte de los problemas de apego, se deben más a la ignorancia o desconocimiento por parte de los padres sobre el desarrollo del cerebro de los niños, que al maltrato específico.
Existe un período crítico para modelar la capacidad de formar relaciones íntimas y emocionalmente saludables, y éste es el de la primera infancia y los primeros años de vida. En función de la cantidad, patrón e intensidad de estas experiencias de apego tempranas, el niño podrá desarrollar en mayor o menor medida todo su potencial genético.
El niño, para desarrollarse bien, necesita Contención, Seguridad y Afecto.
- LA AUTOESTIMA BASE que desarrollará: tendrá que ver sobre todo con el tipo de apego que desarrolle con su cuidador principal (generalmente la madre)
- EL AUTOCONCEPTO que desarrollará: Tendrá que ver sobre todo con figuras secundarias (amigos, parejas, abuelos….)
Según los expertos**, existen 4 tipos de apego, y cada tipo de apego tiene correlación con diferentes formas de comportamiento y de posibilidades de desarrollar alguna patología al llegar a la edad adulta:
Apego Seguro:
Los niños con apego seguro, buscan seguridad y protección de la madre y reciben cuidado constante.
Hay coherencia en la figura principal de apego. Sienten que reciben una protección estable y que su madre está disponible emocionalmente y por tanto se sienten «seguros».
Generan una autoestima base de seguridad, calma, protección. Se sienten “MUY QUERIBLES”.
La figura principal de apego transmite cierta sensación de “incondicionalidad” y calma mucho.
El elemento central de la relación madre-hijo, es el afecto positivo.
El niño aprende de esta manera, a alternar entre la regulación interactiva con el cuidador y la autorregulación.
Si se dan todas estas condiciones, en un futuro, tendremos un adulto con apego autónomo, cálido, estable, capaz de generar relaciones interpersonales satisfactorias y estables, con una autoestima buena, capaz de dar y recibir afecto positivo de una forma sana, capaz de contener y ser contenido de forma sana, y que aceptará sus “tendencias” ó «defectos», incluso con sentido del humor.
Apego Inseguro evitativo:
La madre no consigue conectar con los estados emocionales del niño, por lo cual, el niño no consigue desarrollar una buena capacidad para conectar ni con sus propios estados emocionales, ni con los de los demás.
El niño aprende a autorregularse como puede, pero tiene dificultades para usar una regulación interactiva, es decir, busca poco a su mamá, o incluso la evita cuando se siente mal.
Este niño, se convertirá en un adulto con apego distanciante, que no se sentirá cómodo en la intimidad, con tendencia a aislarse bastante. Son adultos que se ven autosuficientes y sin mucha necesidad de tener relaciones cercanas, que suprimen sentimientos, tienen un acceso limitado a sus estados internos emocionales y somáticos, una falta de contacto real consigo mismos y evitan la conexión profunda con los demás, y que, sin embargo, suelen tener una buena capacidad de análisis social.
Apego Inseguro ansioso-ambivalente:
El niño busca ansiosamente al cuidador. Su cuidador principal, tiende a preocuparse en exceso cuando el niño se siente mal, de manera que el niño consigue regularse en la interacción, pero tiene dificultades de autorregulación.
Este niño, mostrará preocupación por la figura de apego.
Se convertirá en un adulto con apego preocupado, de los que buscan constantemente la aprobación de los demás y la respuesta continua de la pareja, será dependiente, desconfiado, con una visión negativa de sí mismo y de las relaciones interpersonales, altos niveles de expresión emocional y de impulsividad, una concentración excesiva en la angustia interna, y con falta de límites en sus relaciones interpersonales.
Apego Inseguro desorganizado:
El niño con apego desorganizado, no se regula ni con autorregulación, ni con la interacción. Sienten a sus figuras de apego como amenazantes, y al mismo tiempo las necesitan. Se produce en ellos un problema irresoluble, se acercan, pero la proximidad pone en marcha la «defensa», y con la pérdida de la proximidad, también se desregulan.
Este tipo de apego se genera en familias en las que uno o los dos padres tienen reacciones agresivas, o en las que hay algún tipo de maltrato (ya sea verbal ó físico) ó un exceso de exigencia y autoritarismo «temeroso». Cuando un niño necesita y a la vez teme a su cuidador principal, se empieza a desorganizar.
Se convertirán en adultos inseguros, con cambios emocionales bruscos, impulsivos, cambiantes, con dificultades tanto en la autorregulación como en la regulación interpersonal.
Son los más propensos a patologías más graves en la edad adulta.
La primera infancia, está repleta de intentos repetidos, fracasos y finalmente éxitos en el aprendizaje (gatear, caminar, hablar, relacionarse con los demás, hasta poco a poco alcanzar a ser autónomos en un mundo potencialmente «peligroso»).
Para lograr estas conquistas, es necesario que nuestros hijos crezcan con la creencia bien enraizada de «soy querible, soy valioso, merezco que me cuiden, estoy seguro,…». Con esta base, el niño crecerá con la valentía suficiente y la seguridad suficiente para arriesgarse ante los peligros propios del crecimiento hasta lograr la independencia.
Además, los expertos afirman que existe una clara relación entre apegos inseguros en los padres, y apegos inseguros en los hijos. Así que como padres, tenemos la responsabilidad de resolver nuestros propios conflictos de apego antes de desarrollar problemas en nuestros hijos. Y esto no siempre es fácil. Requiere hacernos responsables y trabajar duro.
Os animo a conoceros en mayor profundidad y a reflexionar sobre las formas de educación de las sociedades más industrializadas. Por nuestros hijos, por el futuro.
Aline Hombravella
Psicóloga niños, adolescentes y adultos
Autores de referencia:
*Holmes, Waters et al, O´Connor, Slagt.
**Ainsworth, Bowlby, Hesse, Main & Goldwyn, Kraemer, Klaus, C.Cortes, Arun Mansukhani, Holmes.
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